En un Gigante de Alberdi repleto y vibrante, Belgrano y Estudiantes de La Plata protagonizaron un empate cargado de tensión y dramatismo. Fue 1-1, pero el marcador no refleja del todo la montaña rusa de emociones que se vivió en Córdoba.
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Por Antonella Paez
El primer tiempo fue cerrado y parejo. Belgrano buscó con ímpetu, pero sin precisión. Estudiantes, fiel a su estilo, apostó al orden táctico y a la presión colectiva, aunque le costó generar peligro real. El juego se concentró en el mediocampo, con más fricción que fútbol. Ninguno logró imponerse con claridad y se fueron al descanso sin goles, dejando todo abierto para el complemento.
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En la segunda mitad, el local salió con más decisión. Empujado por su gente, Belgrano encontró la ventaja a los 68 minutos: Nicolás Fernández aprovechó un rebote dentro del área y fusiló al arquero para el 1-0. El Pirata lo vivió como una fiesta y parecía encaminado a quedarse con los tres puntos.
Pero Estudiantes nunca se entrega. Con el corazón como bandera, el equipo platense fue al frente hasta el final. En tiempo adicionado, Guido Compagnucci, tras una jugada colectiva, empujó la pelota al gol y silenció el estadio: 1-1 a los 90+4’.
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El cierre tuvo aún más tensión: Lucas Menossi fue expulsado a los 90+7’, dejando al Pincha con uno menos en los últimos segundos.
Belgrano se quedó con bronca por haber dejado escapar el triunfo en casa. Estudiantes, en cambio, celebró el punto como una muestra de carácter y resiliencia. Un partido con final de película, donde el Pincha volvió a demostrar que su espíritu competitivo no entiende de relojes ni de contextos.