El 29 de junio de 2008 quedó marcado en la memoria de Racing como una jornada de nervios, tensión y desahogo. Aquel domingo invernal, en un Cilindro colmado de angustia y esperanza, el equipo de Juan Manuel Llop se jugaba la permanencia en Primera División frente a Belgrano de Córdoba, en la revancha de la Promoción.
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En la ida, disputada cuatro días antes en el Gigante de Alberdi, el 1‑1 había dejado a la Academia con una leve ventaja por el gol de visitante anotado por Facundo Sava. Esa igualdad le permitía a Racing evitar el descenso con solo empatar en casa. Pero nada estaba garantizado.
Agónica victoria con vista en octavos.
El partido empezó con una bocanada de aire: a los 10 minutos, una buena jugada por izquierda terminó en combinación entre Sava y Maximiliano Moralez, que definió cruzado para el 1‑0. El gol tranquilizó, pero no resolvió nada. Belgrano, herido, fue con todo. Tuvo chances clarísimas: un cabezazo al travesaño, un mano a mano de Claudio Bustos que eludió a Martínez Gullotta y definió desviado ante el arco vacío. El Cilindro no respiraba.
Los minutos pasaban, Racing se metía cada vez más atrás, y cada pelota que cruzaba el área era un susto. Pero el equipo resistió. Luchó con más coraje que juego. Y cuando el árbitro marcó el final, la explosión fue total.
Racing quiere blindar a Maxi Salas
El 1‑0 cerró un 2‑1 global y aseguró la permanencia en la máxima categoría. Racing no jugó su mejor partido, pero sacó adelante el más importante. Maxi Moralez, con su gol, y Sava, como referente, fueron claves. Y Martínez Gullotta, tantas veces cuestionado, tuvo su momento de redención.
Ese 29 de junio no fue una coronación, pero sí una salvación. Fue el día en que Racing evitó el abismo, el día en que todo un estadio se abrazó por seguir siendo parte. No hubo copa, pero sí una victoria que dolió, que alivió y que, para los hinchas, valió tanto como un título.