En Liniers, Vélez y River firmaron un empate sin goles que dejó sensaciones encontradas y un sabor a poco para ambos. Fue un partido intenso, disputado y con ráfagas de buen juego, pero sin la claridad necesaria en metros finales para romper el cero.

El equipo de Núñez intentó asumir el protagonismo desde el inicio, con circulación y presión alta. Sin embargo, se encontró con un Vélez firme, ordenado y decidido a no ceder terreno. El Fortín hizo un partido serio, de concentración constante y lectura táctica correcta: cerró líneas, redujo espacios y obligó a River a jugar incómodo, lejos del arco de Marchiori.
Vélez preguntó condiciones por Lisandro Magallan
En el primer tiempo, la más clara fue para Vélez: un remate cruzado que exigió a Franco Armani y encendió a la gente. River respondió con aproximaciones, pero sin profundidad, repitiendo centros o remates lejanos que no alteraron demasiado el desarrollo.
El complemento mantuvo la tónica. Vélez, con esfuerzo colectivo y despliegue, logró neutralizar los intentos de River en campo rival, mientras apostaba a lastimar de contra. Hubo momentos donde el Fortín se animó más, empujado por sus volantes. P ero le faltó precisión en el último pase para transformar la intención en peligro real.
River, con más tenencia pero pocas ideas frescas, chocó una y otra vez con el bloque velezano. Y cuando logró romper líneas, le faltó contundencia.
El cero, de a poco, se volvió inevitable. El final dejó a Vélez con la sensación de haber hecho un partido correcto desde lo táctico, competitivo y solidario, aunque sin la chispa ofensiva para quedarse con algo más. Para River, el empate sabe a deuda: tuvo la pelota, pero no supo cómo convertirla en situaciones claras.
Un 0–0 trabajado, peleado y áspero, donde Vélez, desde su mirada, puede rescatar la solidez y la entrega; y River, el recordatorio de que la posesión sin filo no alcanza
